Este Marzo cumpliremos un año de lo que todxs ya sabemos y algunos seguimos intentando asimilar Marzo de 2020. Por mucho que se hayan normalizado las mascarillas y la infinidad de medidas, y que si vacunas, que si negacionistas… El caso, es que aunque está claro que hay elementos en nuestra vida mucho más importantes que tocar la batería, todo lo que nos rodea nos afecta a lo que hagamos en ella. Es imposible, por mucho que unx quiera, conseguir focalizar la totalidad de nuestra atención en el instrumento.
Al fin y al cabo, la batería no se puede entender sin algo mucho más grande como es la música, la cual a su vez está intrínsecamente ligada a los contextos socioculturales del momento.

Al comenzar la pandemia, me dije: “buah, en Marzo y Abril me voy a hinchar a estudiar y aprovecho”. Llevaba meses para acá y para allá sin poder estudiar mucho y echaba de menos jornadas de estudio de 6 horas y mejorar mi nivel. Lo que no anticipé fue el bloqueo que me iba a suponer tratar de entender y asimilar todo lo que pasaba a mi alrededor. Mi cabeza tenía que procesar muchísima información, y a la hora de sentarse en la batería, si es que me apetecía, sólo quería usar ese rato para tocar temas que ya sé y echar un rato distraído de la realidad. Y por favor no me mal entendáis, esto está genial, los beneficios para nuestra salud mental que puede tener divertirse con el instrumento son demasiado importantes como para ser ignorados, sin embargo, os dejo una frase que nos soltó el maestro José Bruno en el podcast:
“Si cada vez que vas a la sala de ensayo te dedicas a tocar por tocar, es muy difícil progresar. Hay que trabajar.”
Conforme pasaban los días, sentía que perdía el tiempo y no aprovechaba la oportunidad de estar progresando. Sentía una tensión física y mental que me superaba. Y de eso vengo a hablaros, como el título índica.
La tensión, a secas, se define como “la acción de fuerzas opuestas a las que está sometido un cuerpo”. Mi mente quería trabajar y aprovechar el tiempo, y a la vez tenía que procesar demasiada información que me abrumaba. Y de esa situación de tensión nace el bloqueo: si no caminas hacia ningún sitio te quedas parado. Y como adicto a la sensación de progresar y aprender, esta situación suele provocarme estrés e incluso ansiedad, y puede que no esté solo.
Más allá de la tensión, digamos, mental, otro tema al que he estado prestando atención últimamente es la tensión física. Desde siempre he sido de encogerme de hombros, fruncir el ceño y morderme el labio mientras toco. Todo esto, y una mala postura y posición de los elementos de la batería, son ingredientes principales para tener lesiones, o por lo menos dolores. Y no sólo eso, lo más normal es que nos haga sonar peor. Mis baterías favoritos dan gusto verlos, por cómo fluyen las notas, como de musical suena, y como de relajados se les ve, tanto física como mentalmente. Se intuye una paz mental donde las ideas nacen con naturalidad. Carter McLean, Aaron Sterling, Mark Guiliana, Benny Greb, Brian Blade, Dave Elitch… se les nota por encima de la batería, que llevan las riendas de ella y no al revés. Y por lo que he escuchado, leído, y me han mostrado, evitar tanto la tensión física como la mental se antoja clave para conseguir acercarse a sonar así de bien, de fluido, de controlado.

Tensión Física
Me gustaría definir esta tensión física como rigidez, una flexión o extensión innecesaria en ciertos músculos y en definitiva una falta de relajación general. El mero hecho de estar tocando mucho, es decir, realizar movimientos repetitivos durante un periodo prolongado de tiempo, puede llevarnos a generar un dolor y por ende tensión muscular (recomiendo 100% leer y aprender del maestro Pepo Busquets). Y además de otras cosas más obvias como una falta de descanso, hidratación o algún problema en nuestra dieta, opino que algo vital es la postura, y me vuelvo a remitir a Pepo aquí. Cuando tú estás bien sentadx, con la batería correctamente colocada para ti, y todos tus movimientos están optimizados para ejecutar cada golpe con el mínimo esfuerzo, el cuerpo sufrirá muchísimo menos, pudiendo hacer lo que nos encanta durante más tiempo, y sobre todo, más relajados.
Ciertas prácticas en la postura y en la técnica tienden a generar tensión innecesaria para nuestro cuerpo. Una rodilla derecha por encima de la pelvis, por ejemplo, provoca muchísima presión sobre nuestros lumbares y hace que no seamos tan precisos en tempo y dinámica con nuestro pedal del bombo. Comúnmente también pecamos de dejar respirar antes de un fill (que muchas veces premeditamos y casi imponemos a la canción), solemos tensionar los brazos, nuestro ritmo cardíaco sube al necesitar bombear más oxígeno por dejar de respirar durante un segundo, la percepción del tempo cambia, y acabamos tropezando con el fill y saliendo al siguiente compás fuera de tiempo. De la misma manera, y esto lo podéis comprobar fácilmente, cuanto más apretemos nuestra baqueta, más “apagamos” su vibración, y al tocar el ride y variar esta tensión que aplicamos, podemos escuchar como el sonido se ve afectado. Puntualmente, podemos así encontrar cierto sonido que busquemos, pero tocar así puede ser contraproducente a medio y largo plazo. Por poner unos ejemplos, estas son algunas consecuencias que puede tener la tensión física en nuestra manera de tocar y de sonar.
Y además de en escenarios y estudios, nos repercute en nuestro tiempo de práctica. Si tocar la batería nos provoca dolor, aunque sea sin darnos cuenta, nuestro subconsciente va a relacionar batería con dolor, lo que a medio y largo plazo nos puede acabar alejando de nuestro instrumento. Por no hablar de las lesiones que nos puede acarrear, algo de lo que hablaba Pepo extensamente en su artículo pasado, y en nuestra entrevista con él en el podcast.
En definitiva, si buscas erradicar o prevenir esta tensión, lo primero es escuchar a tu cuerpo, observarlo (grabarse, fotos, espejos…) y últimamente consultar con profesionales, es decir, tanto profesores que sepan de lo que hablan como un o una buena fisioterapeuta.
Tensión Mental
Cuando la pandemia comenzó, nuestra primera preocupación quizás fue nuestra salud física, seguida probablemente por la economía, mundial y personal. Tendemos a desatender nuestra salud mental, la cual también vive su particular crisis sanitaria. Desde la Organización Mundial de la Salud ya advertían de ella, fruto de la pandemia, cuando hemos pasado meses encerrados en casa, no parece que el final esté cerca, muchos hemos perdido nuestros empleos… las razones son obvias. Pero no siempre nos parece lo prioritario a paliar o solucionar. Personalmente, la tensión mental, otra manera quizás de llamar al estrés e incluso ansiedad, ha estado bien presente desde el comienzo de todo esto.

No quiero yo aquí cansar a nadie, así que me centro en lo baterístico. Musicalmente, la mayoría de días me ha sido imposible crear desde que comenzó la pandemia. Un bloqueo que a veces me impedía tocar y no juzgarme de manera negativa simultáneamente (no recomendable), además de la incapacidad de encontrar motivación e inspiración. Encontrar una vía de escape en la creación de “el groove” me ayudó mucho, aunque también en este apartado las cosas no han sido sencillas.
Como decía, y volviendo a la batería, cuando no he gozado de una buena salud mental, tocar la batería y hacer música me ha resultado más complicado de lo deseado. Cuando la cabeza no para, entra en espirales negativas, o simplemente está procesando demasiada información como para poder concentrarse, sentarse en la batería puede ser bastante “doloroso”. Además, a la hora de tocar, y esto me ha ocurrido en escenarios, estudios y salas de ensayo, si te encuentras mentalmente tensionado,
las ideas no fluyen, no disfrutas, no eres capaz de comunicar a través de tu instrumento, y realmente hace que sonemos peor, cometamos algunos errores o elijamos mal en los fills, entradas, salidas, etc. Y contrasta quizás, o al menos personalmente, con mis mejores momentos sentado en ella. En todos los grandes recuerdos que tengo sobre la batería, destaca una paz mental y un “estar presente” y disfrutar de aquel momento, que contrasta con lo que tanto que algunos pensamos en la incertidumbre que acecha o la preocupación por algún hecho pasado.
Estar presente, como muy bien explica Benny Greb en un vídeo del que dejo link abajo, nos ayuda a disfrutar, no juzgar lo que acabemos de hacer, o lo que esté por venir. También es una máxima de toda esta corriente mindfulness (muy de moda pero no por ello exenta de fundamentos con mucha historia y validez). Parece tabú que en un mundo donde se adora lo rock and roll, donde hasta hace no mucho si no te emborrachabas o incluso drogabas no eras un músico “de pro”, y donde pasarlo mal de alguna manera en lo físico y en lo mental era lo habitual.
Un estilo de vida donde cuides tu cuerpo y mente, sea haciendo yoga, meditando, comiendo sano, saliendo a correr, socializando sin necesidad de emborracharse… sinceramente parecía una utopía cuando de pequeño me contaban lo que es el mundo de la música.
Sin embargo, ahora donde hay tanta competencia sana, tanta gente con tanto nivel, se me antoja complicado que alguien con los peores vicios, que no esté centrado en aprender y mejorar, y lleve una vida medianamente sana llegue lejos en una industria donde el éxito es más una carrera de fondo constante que una meta, donde necesitas cada día enfrentarte a tus monstruos, o mantenerte físicamente hábil para tocar tu instrumento en multitud de diferentes contextos: un waltz a las 12 en un cocktail, concierto de dos horas de disco-pop a las 3 de la mañana, o simplemente llegar de trabajar con ganas y cuerpo para seguir otro día más estudiando una horita esa página del New Breed que se atraganta.
Todo esto último, a mi parecer, conlleva una necesaria atención sobre nuestra salud mental para poder afrontar todo lo que ser músicx a día de hoy, y más que nunca, requiere. Siendo más específicos y sin que sirva como consejo al uso sino más como mi experiencia personal, os cuento sobre las cosas que me han ayudado a mantener cierta cordura. En lo físico, cuidar bien mi dieta y mi cuerpo ha sido fundamental. Cargar y descargar batería, conducir horas y horas, y luego no necesitar días de descanso es una bendición. Y mi objetivo es poder seguir haciéndolo, eso y tocar todo lo que me de la gana, cuando tenga 50 años.
Sinceramente me rompería el corazón que me pasara como a Phil Collins. Y no hablo de una dieta estricta ni el cuerpo de Michael Phelps ni ser capaz de subir el Angliru como hacía Contador, pero no consumir ciertos productos en exceso e incluir ejercicio físico en nuestra vida diaria me parece lo mínimo que puedo hacer si quiero dedicarme a esto a largo plazo. Y repito, esta es mi experiencia.
Me comentó Jairo Ubiaño una vez: “Supón que un ciclista que fuma gana el Tour, puedes pensar que por fumar, puedes ganar el Tour de Francia, sin embargo el análisis más acertado podría ser que igual sin fumar y una capacidad pulmonar mermada por ello podría haber ganado alguno más”. Porque habrá bateristas que no se cuiden nada, y seguirán dando palos toda su vida, pero las garantías son mayores si te cuidas un poquito.
En lo mental, personalmente no concibo dedicarme a algo dentro del mundo del arte y no llevar a cabo alguna rutina específicamente dedicada a cuidar tu mente. He de decir que no he dado con algo que lleve a cabo cada día, pero sí hay ciertas prácticas que me han ayudado. El mero hecho de hacer ejercicio me es beneficioso ya que ayuda a despejar mi mente, desviar mi atención y relajarme en la cinta, bici o banco escuchando un podcast o música me daba paz. Para deshacer nudos mentales y tomar decisiones, los efectos de un largo paseo y hablar con uno mismo me ayuda a entender mis sentimientos y lo que quiero hacer. Por supuesto meditar, en todas sus acepciones, me ha resultado de gran ayuda. Si quieres saber más de esto último, recomiendo el libro “Effortless Mastery” de Kenny Werner, gran músico de jazz por cierto.

De la misma manera, sentarme a estudiar las prioridades de cada uno de mis “problemas” y establecer objetivos a corto, medio y largo plazo me ha aportado motivación, inspiración y previene mis bloqueos a la hora de decidir qué hacer o cuándo hacerlo. Se trabaja mucho mejor sea a la hora de sentarse en la batería o tomar decisiones, con una mente clara. Tener un diario donde poner tus pensamientos y sentimientos en papel, de alguna manera u otra, me aporta mucha claridad y, digamos, cosifica mis problemas para así poder afrontarlos.
También me es de gran ayuda el tipo de contenido que consumo. La positividad que me aporta escuchar a Gary Vaynerchuk o Mike Johnston, ver documentales motivadores como “The Last Dance” o aprender de Estoicismo con Tim Ferriss o Ryan Holiday, desde hace unos años viene siendo clave en mi crecimiento personal, así como. Tengo que agradecer otra vez a Jairo por introducirme al mundo Estoico, del que además hablamos extensamente en lo que fue el primer episodio del podcast.
En definitiva, soy muy fan de cualquier acción que me ayude a calmar la mente, traiga paz y claridad, y sobre todo me facilite el estar presente. En la batería más de lo mismo.
Nos decía Pablo Díez en el podcast que es importarse aceptarse a uno mismo, es decir, una vez te vas a subir al escenario, da igual lo que hayas estudiado o dejado de estudiar esa semana, o lo que vaya a ocurrir la siguiente, vas a tocar el concierto lo mejor posible y a pasarlo bien y punto. Por mi parte, mis mejores conciertos o sesiones se caracterizan por una mente calmada, siempre escuchando a lxs demás, muy presente y el cuerpo relajado.
El pensamiento que más me ha ayudado realmente es eco de lo que decía Pablo, los problemas que tenga o vaya tener hay que dejarlos fuera de la batería, porque no te van a aportar nada una vez en ella.
Escuchar lo que ocurre musicalmente alrededor, y una rutina de calentamiento basada en la relación de mente y cuerpo han sido esenciales para mí.

Conclusión
Como último pensamiento, me gustaría mencionar la calma, quizá lo diametralmente opuesto a la tensión. La calma, sea física o mental, es nuestra mejor amiga. Y por mucho que a mi a veces me deje de lado, no me hable o me deje en leído, no debo dejar de buscarla. Decía Blaise Pascal que todos los problemas del ser humano derivan de la incapacidad de éste de quedarse sentado en una habitación sin hacer nada. Ese es el problema de perseguir la calma. Cuánto más lo hagas más se aleja.
Personalmente, intentó atraerla incorporando todas esas cosas que he mencionado a mi rutina. Comenta Ryan Holiday que “la quietud es lo que hace que el arquero apunte donde desee. Inspira nuevas ideas. Afila nuestra perspectiva e ilumina las conexiones”.
Dicho todo esto, solo quiero añadir que pese a que quiera combatir estos problemas e intente ser mejor cada día, en nuestro instrumento y en general, nadie me salva de tener días malos, pase lo que pase, porque así es la vida. Por esto también quiero hacer hincapié en darse permiso a uno mismo para no tener ganas de hacer algo, o no sentirse inspirado o motivado en algún momento. Esta sociedad ha puesto la productividad en un pedestal, y nos juzgamos a nosotros mismos demasiado, y eso hace que sobreestimemos lo que somos capaces de hacer en un día, y que subestimemos lo que podemos lograr en un año.
Hay que trabajar duro día a día, eso está claro, pero la constancia y la paciencia creo que son las mejores amigas de esa quietud, o calma, opuesta a la tensión protagonista de este artículo.
Quiero como costumbre compartir con vosotrxs lectores un tema en cada uno de mis artículos. Específicamente sin batería, que a veces nuestro instrumento no nos deja escuchar la música. Empiezo con “I Can’t Make You Love Me”, la versión de Bon Iver.
Os dejo aquí el enlace de Benny Greb.
CARLOS CORONADO