Antes de nada, me gustaría exponer que, cuando digo “opinión negativa”, no pienso en algo necesariamente destructivo, como un ataque intencionado a nuestro trabajo, que no pretenda sino devaluarlo, sino en aquello que consideramos que no es aproximado, y con lo cual, en mayor o menor medida disentimos. También quiero puntualizar que la opinión no ha de proceder, necesariamente, de alguien que ya conozcamos.
La forma de expresión y el uso del lenguaje son fenómenos individuales, y es natural que le demos un peso distinto a cada idea según nuestra propia visión de las cosas.
Un factor decisivo en la gestión de este tipo de opiniones es comprender que, cuando estamos discutiendo de algo que nos es tan importante (como en este caso la batería) queremos tener razón, al menos en parte. Al fin y al cabo, estamos tratando de algo que nos es muy valioso, tanto, que, aquello que sentimos puede potenciar aquello que pensamos, e incluso desbordarlo…y, con la razón puesta al servicio de la pasión, la discusión puede volverse conflicto en un instante.

Ilustración: Oleh Harlamov
Con frecuencia, Cuando compartimos sucesos de este tipo con terceros, el consejo que se nos suele dar es “no le des importancia” pero claro, en realidad, eso es como pedirnos que dejemos de darle importancia a la batería.
Aun así, nos parece lo más lógico el intentarlo. Para ello, procedemos a devaluar la opinión de la persona que la ha emitido, menospreciando primero su criterio, con la intención de que lo que ha dicho deje de importarnos tanto. Como no lo conseguimos, volvemos a intentarlo con mayor empeño si cabe.
También solemos buscar de nuevo, la opinión de terceras personas que se adecúe a nuestro propósito. Aunque podamos obtener un bálsamo momentáneo con sus palabras, la duda volverá a aparecer pasado un tiempo…y seguiremos comprobando, analizando y devaluando.
En este caso se vuelve a dar la paradoja. Cuando, tras reflexión y reflexión, más importancia queremos restarle a esa opinión, más importante parece volverse.
Aquí, de nuevo, con la mejor de las intenciones, obtenemos el resultado opuesto al que pretendemos.
Vencer sin combatir.
Como la lógica parece ser la que nos ha metido en este problema, lo más “lógico” quizá sea, al menos por el momento, dejar de utilizarla.
Cuando no podamos solucionar un problema, por falta de perspectiva, procederemos a pensar en cómo empeorarlo, acentuando sus pautas y características, éste nos revelará su verdadera naturaleza.
Una magnífica opción de cómo empeorar las cosas es pensar en seguir con lo que hemos estado intentando. Lo primero que hemos hecho en esta situación es restarle importancia a algo que nos importa. Al no conseguirlo, lo segundo ha sido pedir ayuda en esta tarea.
Encontramos así, que dos acciones hemos de desestimar para que la verdadera importancia de la opinión se reubique, por sí sola, en nuestra mente junto a la multitud de cuestiones que pasan por ella en nuestro día a día.
Ello nos permitirá ocuparnos (y no preocuparnos) de la cuestión en su en su justa medida.
MARC BORREGO