Tengo claro que el titular puede haber hecho que los ojos de alguno de vosotros se hayan abierto más de lo normal. Pero no, tranquilos, no voy a abordar cuestiones meramente técnicas referentes al gran Lars Ulrich. Voy a romper una lanza a su favor por algo que hizo hace muchos años y que más de uno no vimos venir con la claridad que él y los suyos lo hicieron. En este artículo vamos a abordar el espinoso tema de las plataformas de reproducción online: Spotify, Youtube y demás sucedáneos.

Es posible que alguno no sepa lo que fue Napster, así que, para definirlo de forma rápida y directa, podríamos decir que fue una de las primeras plataformas de éxito mundial diseñadas para compartir y descargar música en mp3.
El titular del artículo viene dado porque Metallica fue la primera gran banda en demandar a esta compañía por una supuesta violación de los derechos de autor. La banda no vio justo que su música se pudiera intercambiar de manera gratuita e ilimitada sin que ellos percibieran su parte como autores. Sin entrar en lo legítimo o ilegítimo que pueda ser el tema, os voy a contar lo que pensé en ese momento y todas las preguntas que me vienen hoy a la cabeza.
Se da el caso de que Metallica es una de mis bandas favoritas. Me sentí bastante decepcionado cuando me enteré, en el año 2000, que habían llevado a juicio a una de esas plataformas que muchos ya usábamos. Me parecía que era como si estuvieran persiguiendo a todos los que habíamos copiado cintas de Casette en los 90. Esas cintas que nos habían descubierto artista a artista, disco a disco, el mundo más maravilloso que existe: la música.
La demanda fue adelante y Metallica, a quien pronto se unieron otros grandes como Madonna o discográficas como A&M Records, ganó el juicio. Esto me hizo sentir otra vez mal. Napster dejó de funcionar pero su modelo perdura hasta nuestros días en programas con diferentes nombres. Lo que se consiguió con esa demanda fue que los autores recibieran de las plataformas legales dinero por las reproducciones de los usuarios. Y aquí empieza el laberinto y las preguntas con respuestas condicionadas por múltiples variables.
No quiero tomar como referencia las cifras de una mega banda internacional, de esas que llenan estadios con entradas astronómicas. Voy a reproducir unas palabras de un trabajador de la música como es Richard Bona.

Alguien que se dedica a grabar sus discos y colaborar con infinidad de artistas internacionales como músico de sesión y acompañando a otros en sus giras. Meses después de la publicación de un trabajo comentaba: “Mi último disco fue disco de oro y gané 18 céntimos en Spotify… ¡18 céntimos!”.
La verdad es que la cifra se me hace demasiado baja pero también es cierto que aunque fuese 1000 veces mayor (180€) seguiría siendo más baja que lo que Richard puede ganar vendiendo discos y camisetas durante un concierto suyo en un festival de Jazz importante.
Dicho esto, lanzo varios datos claves en la ecuación de la comercialización de la música actual:
• Más del 50% de la música mundial es reproducida en plataformas online.
• Esas plataformas son las que deciden cuánto te van a pagar por reproducción.
• Esas plataformas son las que dicen cuántas reproducciones ha tenido tu música.
• Una vez que subes/cedes el contenido creado por ti a las mismas pierdes el control económico de tu obra en esa plataforma; bien sea musical, didáctica o técnica.
Teniendo en cuenta estos factores que rigen la relación entre el creador y el comercializador, vuelvo a preguntarme: ¿Lars fue héroe o villano?
Han pasado casi dos décadas pero ahora lo tengo claro… Fue el primero en tratar de defender lo que parecía suyo y en realidad era de todos nosotros: nuestras propias obras y el sustento que conseguimos con ellas.
Txiki Marín