El Bloqueo (1a parte)

Hace un año podría haber comenzado este artículo simplemente escribiendo: “Hola, soy Marc, y estoy BLOQUEADO”, de hecho, hay momentos en los que me sigo sintiendo así (y no sólo cuanto a la batería se refiere), no obstante, ha sido precisamente esa experiencia la que me ha brindado la oportunidad de entender cómo me he de tratar adecuadamente para que todo funcione (siempre dentro de mis posibilidades)

Antes de continuar, me gustaría establecer una distinción: creo que el estar BLOQUEADO no es sinónimo de estar ESTANCADO. El bloqueo me sugiere la detención de una acción o intento, el estancamiento me sugiere una falta de estos elementos. 

He estado estancado porque no practicaba o tocaba (fuera cual fuera el motivo), el caso del bloqueo, desde mi perspectiva, es de una naturaleza diferente.

Como decía, hace aproximadamente un año, me encontraba agotado, mi banda acababa de disolverse, mis opciones de vivir de la música y de la psicoterapia (mis dos grandes pasiones) se esfumaban… Después de comprobar cómo, después de muchísimo esfuerzo, tiempo y dinero invertidos, apenas podía llegar a final de mes. No entendía nada.

Curiosamente, me pasaba muchas horas al día escuchando y tratando de ayudar a otras personas, tanto a alumnos como pacientes, a lidiar con sus propios problemas, no obstante, yo no conseguía hacer lo propio con los míos. 

Me movía constantemente entre dos únicas conclusiones: “Si no obtienes los resultados que quieres es porque NO TE ESFUERZAS LO SUFICIENTE”. “Si por más que te esfuerzas, no obtienes lo que quieres es porque NO SIRVES, NO TIENES TALENTO”.

Estas dos sentencias formaban el laberinto perfecto, porque parecían no tener salida. Tras años de buscar e intentar salir de la cárcel de mis miedos e inseguridades, éstas se hacían cada vez más fuertes: cuanto más practicaba, peor sentía que estaba tocando.

Claro, yo había tenido magníficos profesores (y amigos), había practicado y seguía practicando a diario. Si las herramientas eran las correctas, ¿qué era lo que estaba fallando de forma tan estrepitosa?

Por supuesto, y, aunque en su momento lo pareciera, no llegué a este estado de una forma espontánea. Si mi formación y experiencia en psicoterapia me había enseñado algo es que todo síntoma es un resultado, y que todo resultado forma parte de un proceso.

Si el bloqueo era el “Laberinto perfecto” necesitaba encontrar una salida. Claro, los muros del laberinto eran gigantescos, y yo mido 1’73, “¿cómo narices salgo de aquí?”

Por supuesto, hay tantos laberintos como personas, no hay dos iguales, no obstante, todos siguen siendo laberintos, y creo que existen elementos comunes entre todos ellos (así como lo existen entre las personas y, más aún entre los y las bateristas).

Afortunadamente, logré detectar la primera constante gracias a una consulta.

Un compañero batería que había leído un artículo mío sobre la gestión emocional, me escribió para consultarme sobre algo que le pasaba y no sabía cómo solucionar.

“Tío, toco en un grupo que cada vez tiene más trabajo y nivel, y donde la velocidad con los pies es esencial. A pesar de lo que me esfuerzo por mejorar, desde hace un tiempo no sólo no mejoro, cada vez me cuesta más hacer cosas que antes hacía con facilidad, no sé qué me está pasando”.

Al parecer, su laberinto era tan perfecto como el mío, y los dos tenían, a simple vista, algo en común: cuanto más nos esforzábamos por salir, más altos e inexpugnables parecían volverse sus muros.

1a constante: cuanto más trato de salir de mi bloqueo, más parezco bloquearme.

2a constante: cuanto mejor trato de hacerlo, peor me sale.

Claro, visto desde fuera, esto puede parecer muy obvio, pero cuando estamos en guerra con nosotros mismos, no podemos ver mucho más allá.

Existe un ejercicio interesante que practico en mis sesiones. Pido a la persona en cuestión que pegue su rostro a un espejo y, a continuación, le pregunto:

– “Que ves?”

– “Nada” suelen responderme (si ven algo me asusto un poco)

– “Aléjate un poco del espejo, por favor. Bien, ¿y ahora?” 

– “Sí, ahora veo mi cara”

Entonces pregunto: “Si no te ves desde lejos, ¿cómo esperas poder observarte con objetividad?”

3a constante: falta de perspectiva.

El espejo es, de hecho, un elemento común en los locales donde se estudia batería, y nos ayuda a solventar muchos problemas. No obstante, tal como me explicaba Pepo hace unos días “una vez resuelto un problema, hay que cambiar el espejo de sitio para lidiar con el siguiente”.

Es posible que lleguemos a un momento en el que consideremos que ya nos conocemos musicalmente y que no hace falta mover más ese espejo, pues ya lo tenemos en el sitio que nos ayudó en su momento y ya ha hecho su función. Craso error. Para saber dónde estamos lo primero que necesitamos es perspectiva, y no nos sirve la perspectiva de ayer o del mes pasado. Antes de seguir intentando solucionar nada, lo primero es PARAR y OBSERVAR.

Claro, la idea de que mi forma de practicar o de tocar tuviera un defecto de base me producía un miedo terrible y el hecho de que no hubiese sido capaz de detectar dicho error, me daba más miedo aún. De lo que no me daba cuenta era de que mi incapacidad no era producto de mi posible falta de talento, provenía de una falta de perspectiva. 

Si lograba mirar el laberinto desde arriba quizá entonces, pudiese encontrar la salida.

Mi nombre es Marc Borrego, y tengo 43 años. Llevo más de 25 años tocando en distintos proyectos y otros 15 trabajando en el mundo de la psicoterapia. Esta doble visión me ha dado la oportunidad de observar ambos entornos desde una perspectiva distinta.

Mi objetivo es hablar de diversos fenómenos que he ido experimentando a lo largo de los años. Como me considero, primero batería y después “coach”, me parece éste el entorno perfecto donde poder aunar ambos mundos.

En éste primer artículo he querido hacer una aproximación inicial para, si las circunstancias lo permiten, poder exponer en mayor profundidad mi experiencia en sucesivas entregas.

 Marc Borrego