Alejandro Jordá

Este año se cumple el décimo aniversario de la formación de una de las bandas más relevantes del panorama nacional actual, Izal. Y como no  podía ser de otra manera hemos querido contactar con su batería Alejandro Jordá para conversar con él y conocerlo un poco mejor. Alejandro es un baterista valenciano afincado en Madrid desde hace diez años con un objetivo fijo, tocar la batería recorriéndose los escenarios de toda España. Actualmente es endorser de Meinl y Aquarian. 

Fotografía: Rakelodel

Pese a que sea un tópico nos gusta comenzar por el inicio y los primeros contactos con la música y con el instrumento que te han llevado hasta este momento ¿Cual fue tu primer contacto con la batería?

Pues mi primer contacto fue algo fugaz. Tenía 9 años y mis padres me regalaron una batería de juguete por reyes. Antes de poder estrenarla, un primo mío la destrozó (no tenía maldad, sólo demasiada energía). Esa batería fue directa a la basura.

Siempre me ha generado curiosidad hasta qué punto ese hecho pudo influir en mi decisión de querer tocar la batería a los 15 años. Quizá lo no quise antes precisamente por ese recuerdo, o quizá por él escogí la batería. 

Comenzaste de forma autodidacta y recibiste clases de profesores como el batería de jazz valenciano Paco Aranda. Cuéntanos como fue ese proceso de aprendizaje e introducción en el instrumento hasta llegar a ser tu actividad profesional.

Fue bonito. Buscarse a uno mismo con la motivación de ir descubriendo qué te gusta siempre lo es. Indagar en los diferentes estilos que Paco me enseñaba e inconscientemente ir formando el mío duro años. Supongo que es un proceso que jamás acaba. Estudié y disfruté cada día que tocaba. 

Cada paso que daba me convencía más de que quería dedicarme a ello de forma profesional y me alejaba de aquella batería de juguete. 

En tu época de baterista en valencia trabajaste con músicos y productores como Carlos Soler, Txema Mendizabal, Manolo Tarancón, … ¿Que trabajos recuerdas con más cariño de aquellos momentos o cuales te supusieron un verdadero reto para superarte como músico?

Claramente destacaría como reto el primer disco que grabé con Manolo Tarancón en el estudio de Paco Loco (fue una experiencia que me aportó muchísimo). También recuerdo con mucho cariño el breve periodo que toqué con Tórtel, era un proyecto distinto a lo que venía haciendo y me enseñó mucho.

En el momento en el que decidiste que para poder dedicarte a la batería tenías que vivir en Madrid ¿Cómo fue ese salto al vacío? Muchos lo hemos pensado, pero no hemos tenido el valor de hacer las maletas coger nuestro instrumento y dejarlo todo.

Salté sin mirar. Siempre he sido muy impulsivo en cuando a ciertas decisiones fundamentales de mi vida y esa fue la primera. Sin pensar lo tuve demasiado claro, tenía que irme si quería crecer y casi sin consultarlo con nadie me fui un día a buscar piso, hablé con lo que empezaba a ser la semilla Izal y apalabré mi primer trabajo en Madrid para ir pagando el alquiler. 

Este año se cumplen 10 años de la formación de la banda, años de carretera, local, escenarios,… ¿Cómo es el día a día de una banda como vosotros en la actualidad?

Cuando vives un sueño trabajas tanto para que crezca, como para cuidarlo y mantenerlo. Nos queremos y tenemos la suerte de haber vivido mucho. 

Fotografía de Javier Rosa

Sabemos que pase lo que pase en el futuro nada nos podrá quitar todo lo que la música y este proyecto nos ha regalado. Disfrutamos de lo que hacemos y somos conscientes de dónde procede nuestra felicidad. 

Dicho esto, el día a día es una montaña rusa. 

Unos días con mucho trabajo, otros con menos. Pero todo acaba teniendo un equilibrio. Trabajamos y pensamos en el siguiente paso. Incluso en este standby.

¿Y en cuanto al estudio y práctica de la batería?

Soy un desastre. Estoy en una etapa en la que no estudio, estrictamente hablando. Me siento delante de la batería y busco cosas nuevas, toco sobre temas que me encantan y cada vez que me topo con algo que me gusta lo repito una y otra vez. No veo hacia dónde voy pero sé que cierro los ojos tocando y soy feliz. 

Quizá debería de estudiar un poco más… 

Sois considerados una banda independiente en todos los sentidos, no dependéis de ninguna discográfica y defendéis el modelo de autogestión. ¿Cómo es esa labor en vuestra vida diaria?

Ahora es algo más cómoda. Gozamos de una “tranquilidad” gracias a haber estado padeciendo mucho tiempo por ello. La autogestión es difícil, pero es viable. 

Lo más importante de todo es poder tener independencia creativa. El resto de la independencia es el precio que pagas por conseguir eso. 

Hubo una época en la que esa vida diaria hacía que llegásemos a los conciertos con la ropa del trabajo y nos fuéramos a casa rápido porque había que madrugar y seguir trabajando en otras cosas. Muchos músicos saben qué es eso. Ese impasse es muy complicado y a veces no es fácil superarlo. 

En esta época en que los discos han perdido el valor que tenían gracias a las nuevas formas de escucha y compra como Spotify, Apple Music,… ya que somos capaces de escuchar y desechar un disco en cuestión de segundos y pasar al siguiente. 

Aún recuerdo cuando llevabas esperando la salida de un disco meses y cuando conseguías tu copia la desgastabas en el reproductor una y otra vez.

¿Que discos te han marcado y que estás escuchando actualmente?

Que me hayan marcado muchos… Diría que casi todos los de Extremoduro, y muchos de los Beatles (por nombrar algunos de mis inicios en la música). 

Que esté escuchando actualmente… podría decir “Eggs are funny” de Mew, “Currents” de Tame Impala o “For Emma, forever ago” y “22, A Million”, de Bon Iver. 

Aunque ha pasado tiempo del lanzamiento de “Autoterapia” sigue estando muy presente en nuestros playlists, ¿Cómo fue el proceso creativo de las canciones?

El proceso creativo de este disco fue igual que los anteriores hasta ese momento. Mikel venía que las demos hechas en su casa y en el local le dábamos vueltas a los temas quitando y poniendo. Después repetimos el proceso junto a Santos y Flúren. Fue el primer disco que grabamos con los medios que teníamos en la cabeza y con cierta comodidad. Sin un “taxímetro” nuestro sobre los previos. 

¿Y el trabajo con Santos y Flúren a la hora de la grabación? Vimos el vídeo de la grabación de la canción “Autoterapia” y como acondicionaron la sala para la grabación de la batería, cuéntanos como influyeron todos estos matices en la producción del disco.

Partimos de la base de que Santos es un batería con mucho gusto y sensibilidad y Flúren un alma creativa con mucho ingenio. Trabajar con ellos es aprender en absolutamente todos los sentidos. 

La room de la Casa Murada es increíble y suena tremenda. Tanto que se las apañan construyendo una especie de cabaña sobre la batería con biombos y mantas para suavizar la reverb que da la sala. Además tienen un pozo antiguo dentro que usan para retroalimentación esa reverberación. Lo usamos en Canción para nadie. 

Fotografía: Bernardo Diaz

Y ahora ya toca hablar de baterías. Actualmente eres endorser de Meinl y Aquarian, cuéntanos un poco sobre tu set y como has llegado a esa configuración.

Supongo que es cuestión de tiempo, de ir buscándote a ti mismo e ir encontrando tu sonido. Lo que tengo ahora mismo no es por interés sino porque me encanta de corazón y tengo suerte de que esas dos marcas se fijaran en mi. 

Desde hace tiempo me llamaron la atención los platos grandes así que tengo lo más grande que mis oídos aguantan: HH de 16”, Crash de 22” y 24” y Ride de 24”. En realidad son todo Rides pero son finos y abren increíble. 

La batería es una Gretsch que me tiene enamorado desde que la probé en los estudios de Paco Loco, la USA custom. Y combinada con los Aquarian focus X y response2 me hace bastante feliz. 

Imagino que con el tiempo iré cambiando cosas, quitando seguramente. Pero lo que tengo ahora mismo se acomoda muy bien al proyecto Izal, y de ahí que lo lleve constantemente. 

¿Hay alguna canción dentro de vuestro repertorio que sea una inyección de adrenalina cuando la tocas?

¡Muchas! Pero “Autoterapia”, “Asuntos delicados” y “La piedra invisible” me suben bastante el pulso. 

Aunque se ha repetido hasta la saciedad este año todos sabemos que son tiempos oscuros para la música ¿Que deparará el 2021 a Izal?

Pues lo que ha marcado el 2020 es por desgracia mundial y hace que todos dependamos de ello. El 2021 sigue siendo una incógnita pero esperemos que sí contenga conciertos, aunque sea como los que hubo el verano pasado.

La cultura ahora mismo, tal cual se está llevando a cabo, es tan segura como necesaria.

Alex Casal Fotografía en portada artículo Anita Mañez